Vocación, haciendo camino al andar.
La Vocación
"Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar" (Antonio Machado)
Alguien alguna vez me dijo que para encarar una carrera universitaria se necesitan dos cosas. Por un lado el interés científico. Esto es el interés por la ciencia. La curiosidad propia del niño que explora y desea conocer cada uno de los componentes de la naturaleza. Es decir, un interés epistémico en el sentido de querer conocer cómo es el funcionamiento, estructura y evolución del objeto de estudio. Pero al mismo tiempo, un interés por conocer las ciencias básicas que resultan los cimientos de la disciplina en cuestión. . Por supuesto que en esto el desarrollo intelectual o cognitivo es de mucha ayuda. Tener facilidad con el razonamiento numérico será muy útil para encarar los complicados algoritmos físicos que suelen estudiarse en los primeros años de la carrera. Pero el interés científico sobrepasa la clásica concepción de inteligencia del imaginario. Tiene más que ver con aquella raiz infantil mencionada. Con aquella curiosidad generadora de entusiasmo y ganas de conocer. Es el fundamento de todo saber. Las ansias por el saber son tan antiguas como la medicina misma. Podría tratarse de la herencia histórica que lleva al pequeño niño a tener la necesidad de investigar todo cuanto acontece a su alrededor. Por supuesto, cada cual investiga saciando su curiosidad en forma íntegra dependiendo del esquema de conocimiento del que disponga. Por ejemplo, el recién nacido investiga, explora, conoce todo su contexto a través del chupeteo y manipulación. "El mundo es todo aquello pasible de ser chupado" reza la máxima Piagetiana. Con el proceso madurativo los esquemas de conocimiento van profundizando su complejidad. Y, en el ocaso de la adolescencia, se asiste al desarrollo de sistemas operatorios formales . Todo un sistema de conocimiento fundamentado en axiomas abstractos que permiten operar sobre la realidad desde los conceptos e ideas. Este sería el punto culminante de la espiral epistemológica en el desarrollo cognoscitivo. Pero este artículo no pretende exponer los detalles de una disciplina tan compleja como la epistemología genética, sino más bien visibilizar este punto crucial: el interés científico por la ciencia médica - y por supuesto para cualquier otra ciencia - es un interés exploratorio desde nuestros esquemas de conocimiento. Ahora bien, al mismo tiempo que precisamos de estos esquemas para poder conocer y accionar sobre el mundo, el universo a explorar produce una sustanciosa modificación sobre el entramado esquemático. Basta con escuchar a estudiantes de los primeros años de cualquier carrera. Ven el mundo con otros ojos. Donde alguien ve un rostro, estos estudiantes ven un músculo facial o el recorrido de inervación del nervio trigémino. Donde alguien ve un colectivo a marcha lenta, un futuro ingeniero verá un sistema de fuerzas en perfecto equilibrio sobre el móvil. Abundan los ejemplos. El universo que pretendemos conocer, y para lo cual nos valemos de nuestros esquemas cognoscitivos, nos modifica. Esta modificación no puede dejar de traer consecuencias en otras esferas del sujeto cognoscente. Pero no pretendo una mayor extensión en esta temática. Demasiado es ya poder reconocer las implicancias que puede tener en la vida del estudiante el interés científico/infantil por la ciencia médica. Imagínese entonces cuan pueril puede ser la formación académica si se prescinde de tal interés. Generalmente esto es causa de las deserciones propias de los primeros años de la trayectoria educativa de nivel superior. La falta de interés científico por el campo médico podría explicarse - sin dejar de vista la multicausalidad fenoménica - por un desajuste evolutivo en los esquemas de conocimiento y por falta de motivación para poner en marcha estos esquemas en pos de asequir este mundo nuevo. El primero hace referencia al desajuste propio de no disponer con los recursos cognitivos para encarar una formación de nivel superior. Por suerte este punto - con la distancia de los casos - es posible de solucionar. El otro punto toca de lleno el tema del deseo. Cómo tener interés por una ciencia sino tengo el deseo, la fuerza interna podríamos decir, para encarar tan ardua tarea. El por qué de la carencia de tal deseo es una pregunta de dificil resolución. Desde la psicología se podrían conjeturar hipótesis. Lo cierto es que forma parte de la subjetividad de cada estudiante. Lo que lo hace un ser vivo único e irrepetible. Su historia, su genética, su alma.
En un principio he dicho que para encarar la carrera de medicina se necesitan dos cosas. Hablamos del interés científico. Este único elemento por si sólo no sirve de nada sin la vocación. Vocación e interés científico hacen sinergia para la proyección de una carrera. Es dificil determinar cúal de los dos componentes resulta el decisivo. No creo que sea necesario establecer tal jerarquización. Pero, si queremos realizar una división de este estilo, sin duda para las carreras médicas, la vocación resultaría ganadora.
El término deriva del latín Vocatio, que en el marco de la doctrina religiosa alude a un "llamado". En principio, un llamado providencial para el ejercicio del sacerdocio, que luego se extiende a todas las profesiones del Reino de Dios. Esta es su raiz. Con la secularización del constructo se desvanece su trasfondo religioso. Su definición actual es "Inclinación o interés que una persona siente en su interior para dedicarse a una determinada forma de vida o un determinado trabajo". Observamos como el compromiso providencial, base de la vocación, queda dejado de lado. Sin embargo, y sin realizar ningún tipo de apología de la religión católica, es importante no perder parte de su uso original. Es importante poner la vocación en serie con la idea de un destino trascendente. La vocación como una forma de pararnos sobre el mundo. Que resignifica nuestro universo. La vocación entonces, estructura esquemas de conocimiento.
La vocación se vivencia desde la experiencia del interés desinteresado. Paradoja que señala la vocación como un interés genuino y espontáneo sobre un conjunto de objetos privilegiados. Pero justamente este interés es desinteresado en el sentido de que no está influenciado por variables externas o ajenas a dichos objetos, como la retribución económica. De esta manera la vocación de ser médico es el interés genuino y espontáneo en el otro. Es la vocación de ayudar según se dice. Es un interés ajeno a las variables económicas. Quien sigue una carrera universitaria sólo por dinero, no apela a su vocación, apela a su interés. Imagínese encarar una carrera tan larga como medicina sin vocación. Garantía de amargura. Descubrir la vocación de cada quien resulta una tarea compleja. Pero una vez construida, una vez escuchado el llamado, no es un destino inexorable. La vocación marca el punto de partida y deja entrever una meta. Pero todos los caminos intermedios para esta meta son libres. Por ejemplo quien tenga la vocación más energica de ayudar al otro, no necesariamente debe estudiar medicina. Numerosos son los caminos. Y se hacen al andar.
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